Las enfermedades metabólicas son de los principales factores que causan las enfermedades del hígado en personas que viven con VIH en países de ingresos medios y bajos, según encontró un estudio reciente. La pregunta es: ¿a qué se debe esto?
En general, se ha observado que las enfermedades metabólicas, como son la diabetes, la hipertensión y la dislipidemia, afectan de manera distinta a las personas que viven con VIH. Esto se debe a una combinación de factores relacionados con el propio virus, la terapia antirretroviral y los cambios en el estilo de vida.
Tanto el VIH en sí mismo como algunos tratamientos antirretrovirales pueden alterar la manera en que el cuerpo procesa los lípidos (grasas) y la glucosa (azúcar), lo que aumenta el riesgo de desarrollar condiciones como la obesidad, la diabetes y la dislipidemia. Además, la inflamación crónica asociada al VIH puede exacerbar estas alteraciones metabólicas.
Preocupación de salud
En los años recientes, las enfermedades metabólicas han llamado la atención de los investigadores, pues gracias a los antirretrovirales, la expectativa de vida de las personas con VIH ha aumentado considerablemente. Esto ha provocado que las principales preocupaciones de salud sean enfermedades crónicas, como la diabetes o las afectaciones en el hígado.
Respecto a este tema, un estudio reciente ha revelado que las enfermedades metabólicas son causas importantes de enfermedades hepáticas entre las personas con VIH, en especial en países de ingresos bajos y medios, mientras que la hepatitis B y C juegan un papel mínimo.
Los resultados del estudio, que incluyó a Brasil y México, generan preocupación dado que la enfermedad hepática es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en las personas que viven con VIH, de acuerdo con lo publicado por Aidsmap.com.
Una visión multirregional
El llamado hígado graso es el resultado de la acumulación de grasa en el hígado. Al principio no causa muchos problemas, pero puede empeorar con el tiempo y causar inflamación hepática al grado de conducir a cicatrización (fibrosis) e insuficiencia hepática. También puede llevar a cirrosis o cáncer de hígado.
La doctora Marie Kerbie Plaisy y sus colegas buscaron conocer la prevalencia de fibrosis hepática e hígado graso, y analizar de qué manera los trastornos metabólicos influyeron en estos resultados hepáticos, en países de ingresos bajos y medios.
En el estudio se incluyeron los registros médicos de personas de India, Ruanda, Kenia, Zambia, Costa de Marfil, Togo, Brasil y México. En total, se incluyeron 2,120 personas con VIH. La mayoría eran mujeres (56%), con diferencias importantes entre los países participantes: por ejemplo, la proporción de mujeres fue de 71% entre los participantes en Kenia, mientras que fue de 29% en Brasil y México.
Enfermedades metabólicas y trastornos hepáticos
En la población participante en el estudio, el 53% tenía dislipidemia (niveles altos de colesterol y triglicéridos); el 12% tenía diabetes; el 29%, hipertensión; 5%, hepatitis B, y 12% mostraban un consumo de alcohol catalogado como peligroso.
En cuanto a su tratamiento antirretroviral actual, 93% de las personas tenían una carga viral suprimida, lo que indica un tratamiento exitoso.
La prevalencia de fibrosis hepática e hígado graso fue del 8% y 28%, respectivamente, con diferencias regionales bastante significativas. Por ejemplo, en México, la tasa de fibrosis hepática se acercaba al 20%, mientras que en Togo y Kenia era menor al 5%. Por otro lado, la prevalencia de hígado graso alcanzó casi el 60% en México, pero alrededor del 15% en Togo.
La exploración del historial de tratamiento del VIH reveló que el 26% de los participantes habían tomado estavudina durante un promedio de 40 meses, mientras que el 4% había tomado didanosina durante un promedio de 25 meses. Estos antirretrovirales más antiguos son conocidos por contribuir a la fibrosis hepática y el hígado graso.
Explorando las causas
Las variables que se asociaron significativamente con fibrosis hepática fueron: sexo masculino al nacer, sobrepeso u obesidad, uso previo de didanosina durante más de un año, esto a pesar de un promedio de 20 años desde la discontinuación de ese tratamiento.
En contraste, el consumo peligroso de alcohol, la hepatitis B y la hepatitis C no se asociaron con la fibrosis hepática. En esta población, el 42% de los casos de fibrosis hepática se atribuyeron al sobrepeso u obesidad y el 11% a la diabetes.
Respecto al hígado graso, los factores asociados incluyeron sobrepeso u obesidad, diabetes, uso prolongado de estavudina a pesar de un promedio de tiempo de 12 años desde la discontinuación y la dislipidemia.
El papel de las enfermedades metabólicas
El equipo de investigación destaca que la obesidad y la diabetes representaron la mayor parte de la carga de fibrosis hepática, con una contribución menor de la hepatitis B y C. Así, los factores de riesgo relacionados con el VIH y la terapia antirretroviral –diabetes, lípidos elevados o toxicidad hepática por fármacos– se consideran como contribuyentes al hígado graso y la fibrosis hepática.
Las asociaciones entre el uso prolongado de tratamientos antirretrovirales que contienen didanosina y estavudina con la fibrosis hepática y el hígado graso, respectivamente, también han sido reportadas previamente por estudios en países de ingresos altos. Básicamente, esto demuestra que el daño hepático inducido por la toxicidad de estos fármacos puede persistir mucho tiempo después de la discontinuación.
Por todo lo anterior, el equipo de investigación señala que la prevención y el cuidado de los factores de riesgo para enfermedades metabólicas deben estar muy presentes en la atención de personas que viven con VIH. De igual forma, se debe monitorear la enfermedad hepática en entornos con recursos limitados.
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