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La educación sexual es un tema que sigue generando debates, ya que no todas las personas están de acuerdo en cuándo y cómo hablar a las niñas y los niños sobre sexualidad. Estas diferencias de pensamiento se deben, principalmente, a ideas sociales y religiosas que consideran que la sexualidad es sólo una actividad (el coito) y que ésta debe darse en un único contexto (el matrimonio).

Pero hay otras posturas que defienden la educación sexual como una formación constante a lo largo del crecimiento de las y los menores, que sigue una estrategia que se adapta a las distintas edades y etapas de desarrollo, y que tiene como principal objetivo que cada persona aprenda a cuidarse no sólo en el sentido físico, sino también emocional y de derechos.

Educación sexual integral

A este conjunto de saberes científicos y respetuosos de los derechos humanos se le llama Educación Sexual Integral (ESI). Se considera que es la estrategia más completa para brindar a adolescentes y jóvenes las herramientas que necesitan para tomar decisiones responsables sobre su sexualidad.

Es por esto que el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) promueve la ESI tanto en las escuelas como mediante programas de capacitación y divulgación a nivel comunitario.

Este tipo de educación es necesaria para que cada persona tenga plena autonomía sobre su cuerpo, pero para ello es indispensable que tenga el derecho a tomar decisiones sobre sí mismo y, también, que cuente con la información necesaria para tomar estas decisiones de la mejor manera posible.

Debido a que es un acuerdo internacional, ya existe una serie de normas que deben cumplirse para poder afirmar que se está implementando la ESI.

¿Qué es la ESI?

Los derechos y la perspectiva de género es la base de la ESI. Esto significa que es un tipo de educación que promueve el respeto por la equidad entre hombres y mujeres y por la forma en la que cada quien decida desarrollarse, siempre y cuando no afecte negativamente a terceras personas.

Lo que también hace diferente a este enfoque es que va más allá de la simple información, y ayuda a las personas a cultivar valores positivos en torno a su salud y a sus derechos sexuales y reproductivos. 

Para fomentar estos valores es importante que se analice la vida familiar, las relaciones interpersonales, la cultura y los roles de género en la sociedad, además de conocer los derechos humanos, la equidad de género, la autonomía sobre el propio cuerpo y lo que se debe evitar: la discriminación, el abuso y la violencia sexual.

De acuerdo con el documento de Orientaciones Técnicas Internacionales sobre Educación Sexual, la ESI debe ser:

  • Científicamente precisa
  • Gradual
  • Adecuada a la edad y nivel de desarrollo
  • Basada en el plan de estudios
  • Integral
  • Basada en un enfoque de derechos humanos
  • Basada en la igualdad de género
  • Culturalmente pertinente y apropiada según el contexto
  • Transformadora

Si lo ponemos de esta manera, parece difícil oponerse a una estrategia que fomenta el respeto de adolescentes y jóvenes por sí mismos y por los demás, en el ámbito de la sexualidad.

¿Qué no es la ESI?

Entre los principales argumentos de quienes se oponen a la ESI está la idea de que hablar a niños y niñas sobre sexualidad es “darles ideas” o “darles permiso” de tener relaciones sexuales a temprana edad.

Como vimos, esta educación se otorga de acuerdo a la edad y el nivel de desarrollo de los menores, de modo que proporciona sólo información pertinente y guarda las enseñanzas más complejas para cuando se alcanza una mayor edad.

Como lo afirma el UNFPA, la ESI no conduce a una actividad sexual temprana ni a comportamientos sexuales de riesgo (como las relaciones sexuales sin condón o con múltiples parejas sexuales).

Por el contrario, los programas de ESI reducen los comportamientos de riesgo, y esto está comprobado con estudios. Dos tercios de las evaluaciones demuestran que se reduce el comportamiento de riesgo, y el 60% de los programas tuvieron un efecto positivo, por ejemplo, mayor uso de condón o menos embarazos no deseados.

Pero para obtener este tipo de resultados positivos, es necesario que no sólo la escuela o los educadores comunitarios hagan su labor, sino también que padres y madres de familia, y la comunidad entera, se comprometan con la visión integral de la sexualidad.

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