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Un fetiche es, en general, un objeto de culto, pero si lo trasladamos al ámbito de la sexualidad, sabremos que un fetiche es un objeto externo, o bien una parte del cuerpo, que es el objeto del deseo de una persona. Es decir, el deseo sexual que alguien siente se traslada desde un individuo completo a ese objeto o ese fragmento del cuerpo en especial.

Tan variados como somos los seres humanos, podemos encontrar todo tipo de fetiches sexuales. Hay quienes se excitan con los pies de otras personas (ya sea con su forma, con su olor o con ambos), con la ropa interior usada (o quizás sin usar), con la ropa que usan ciertos profesionistas (de la medicina, del trabajo mecánico, del deporte), o con un determinado color de cabello o de piel en su potencial pareja.

Pero también hay fetiches más inusuales, por ejemplo, excitarse con personas que juegan con globos, con personas que se cubren de aceite o de lodo, con quienes tienen obesidad, con quienes son extremadamente delgados, con trozos de hielo, con objetos de hierro o de cristal.

Entonces, si tan diversa es la sexualidad, ¿por qué no hemos podido hacer del condón un fetiche sexual? ¿Por qué lo dejamos de lado tantas veces a propósito? ¿Por qué, al verlo aparecer en la escena, nos provoca más rechazo o desconfianza o pereza que excitación?

Resignificando el látex

Tal vez hemos asociado demasiado al condón con el riesgo, con consecuencias negativas y con una obligación. Si queremos protegernos, entonces debemos usarlo, nos dicen, y aunque lo usamos para prevenir un daño, como una infección de transmisión sexual como el VIH, no hemos conseguido percibirlo como nuestro aliado, sino que hemos visto en él una barrera para el placer.

La obligación de usarlo para evitar un mal mayor hace difícil que veamos al preservativo como parte del juego sexual. Pero mientras más lo rechacemos, más tardaremos en incorporarlo totalmente a la vida erótica.

Los condones no tienen por qué ser solemnes ni aburridos, no tienen por qué interrumpir la relación sexual sino que pueden formar parte de ella, haciendo de su uso una actividad de pareja. Y más aún, si aceptamos el hecho de que utilizándolo podemos estar plenamente tranquilos y al sentirnos protegidos nos concentramos al 100% en el encuentro sexual.

El condón es sexy, es un accesorio que nos recuerda que estamos en esa relación sexual porque lo deseamos intensamente. Es hora de dejar de repudiarlo y, por el contrario, entregarle el reconocimiento que se merece.

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