“La epidemia de ébola en África occidental que inició en 2013 expuso deficiencias en las instituciones nacionales e internacionales responsables de proteger a la población de las consecuencias humanas, sociales, económicas y políticas de gran alcance de brotes de enfermedades infecciosas”. Eso escribimos expertos en sistemas de salud de varios países, en un artículo publicado en Lancet en 2015; posteriormente lo transformamos en 10 recomendaciones concretas de lo que debería de hacerse en materia de cooperación internacional y, en especial lo que debería hacer la Organización Mundial de la Salud (OMS); esto último nos lo publicó el British Medical Journal en 2016. Cuando Tedros Adhanom Ghebreyesus era candidato a dirigir la OMS en 2017, le presentamos estas propuestas, no todas fueron tomadas en cuenta, algunas fueron implementadas parcialmente y otras ignoradas.
Lo que pedíamos desde 2015 era una nueva forma de abordar los brotes de enfermedades que tienen potencial de convertirse en problemas de salud pública de preocupación internacional. Proponíamos que el flujo de información epidemiológica desde el nivel nacional al internacional fuese transparente, rápido, y la toma de decisiones en materia de salud pública se hiciera sin involucrar intereses políticos.
En 2019 en el Instituto AHF de Salud Pública Global en la Universidad de Miami, decidimos insistir en este tema. En eso estábamos cuando aparece el nuevo coronavirus y, parafraseando a ya saben quién, “la pandemia nos vino como anillo al dedo”; pudimos reforzar nuestros argumentos, ya que con el Covid-19 se cometieron los mismos errores que con el ébola, lentitud y opacidad en compartir información epidemiológica y retraso en decretar la emergencia.
En el 2013 Médicos Sin Fronteras (MSF) fue la primera organización en dar la voz de alerta sobre algo grave que ocurría en Guinea con brotes de ébola, pero fueron ignorados por la OMS. El gobierno de Taiwán asegura que en diciembre de 2019 dio la voz de alerta a la OMS sobre lo que ocurría en China con un nuevo coronavirus. Al igual que MSF fue ignorado.
¿Por qué la OMS ignoró a MSF y a Taiwán?, por una sencilla razón, no son Estados Miembros de la OMS, y fue creada para interactuar y responder a gobiernos. La OMS consulta y pide anuencia a gobiernos para poder certificar un brote o declarar una emergencia epidemiológica de preocupación internacional.
La OMS no rinde cuentas a la población ni a la salud de la gente sino a los gobiernos y, por tanto, al tratar con gobiernos invariablemente involucra a la política, a los políticos y a los intereses políticos de cada país, los cuales, por su propia naturaleza, pueden usar el argumento de “la soberanía” para interferir y retrasar el que se ponga en práctica lo que recomiendan la ciencia y la evidencia en salud pública.
Guinea, Sierra Leona y Liberia fueron aislados por la comunidad internacional debido al ébola; inicialmente China también fue aislada debido al Covid-19, aunque después la prohibición de vuelos aéreos afectó a otros países, especialmente a los que hacían más pruebas y reportaban más casos.
Sudáfrica, por informar sobre la nueva variante Ómicron, ha sufrido un bloqueo; si reportas rápido los brotes, rápido otros países te aíslan.
Los países pobres no tienen incentivos para ser transparentes y expeditos en compartir información epidemiológica sobre nuevos brotes o nuevas variantes que ocurran dentro de sus fronteras, temen ser aislados, sufrir económicamente y causar una mala imagen internacional.
Varios expertos en sistemas de salud internacionales hemos publicado nuevas recomendaciones, Lancet-Public Health, 5 mayo 2021, para que los gobiernos decidan de una vez por todas cooperar, rendir cuentas y establecer incentivos para aquellos países que tengan que reportar datos que podrían usarse para una emergencia sanitaria internacional. No solo se trata de mejorar los servicios de salud, que por supuesto es necesario, sino incentivar la vigilancia epidemiológica transparente y la secuenciación genómica para identificar y monitorear variantes en tiempo real.
Este 1 de diciembre, la Asamblea Mundial de la Salud concluyó una reunión extraordinaria y aprobó iniciar las discusiones para tener un nuevo acuerdo internacional para la prevención y respuesta a pandemias. Nosotros aplaudimos esta resolución y consideramos que deberá ser legalmente vinculante, es decir, obligar a los países a cooperar y cumplir compromisos; el acuerdo debiera también incluir el acceso equitativo a los bienes de salud pública para todos los países, en especial a vacunas.
Hasta hace un par de semanas estuvimos enviando cartas a gobiernos de todo el mundo, convocamos foros para discutir y apoyar un nuevo acuerdo internacional. Inicialmente Estados Unidos lo tomó con cautela y los países de Latinoamérica, con excepción de Costa Rica y Chile, mostraron poco interés; Brasil se manifestó en contra. Parecía como si nuestra región viviese en otra galaxia. Ahora todo cambió, los países han apoyado la propuesta, incluyendo EU y los latinoamericanos. ¿Por qué el cambio? Creo que fue el miedo al Ómicron, se dieron cuenta que más vale cooperar que enfrentar un nuevo desastre. ¿Ómicron llegará a México? Definitivamente sí, en California acaba de ser detectado.
El autor es Director Ejecutivo del Instituto AHF de Salud Pública Global en la Universidad de Miami. @jorgesaavedramx
Artículo originalmente publicado en el Periódico Reforma (México)