Cuando me dijeron que tenía VIH entré en crisis. Pensé que mi vida se había acabado, pero no porque fuera a morir, pues tenía varios amigos que tenían el virus y que estaban muy estables con su tratamiento. Lo que me dolía era que en ese momento no tenía pareja, y estaba seguro de que ningún hombre iba a querer estar conmigo si se enteraba de algo así.
Y ahí estaba yo, a mis 21 años, soltero y enfrentándome a mi nueva realidad.
Obviamente, las primeras semanas en lo último que pensaba era en sexo. Emocionalmente me sentía muy mal, y comenzar mi tratamiento antirretroviral y adaptarme a él fue todo un proceso.
Pero conforme pasó el tiempo, mi deseo sexual regresó, y con él llegaron algunos conflictos. ¿Podría algún día retomar mi vida sexual? No podía evitar sentirme diferente, como si fuera un peligro para los demás, aunque estaba decidido a utilizar condón siempre.
Grupos de apoyo
Por suerte, en el mismo hospital donde me atendían me invitaron a asistir a un grupo de autoapoyo con otras personas que también viven con VIH. Ahí podemos hablar entre iguales, y sentí que podía exponerles cuál era mi mayor preocupación de ese momento.
Todos (y todas, porque también había mujeres) fueron muy comprensivos. La mayoría coincidimos en que nos parecía importante revelar el estado serológico a una potencial pareja, ya fuera casual o un prospecto de pareja estable, y comenzamos a barajar las formas de hacerlo.
Honestidad ante todo
Lo que me aconsejaron fue decirlo cuanto antes para evitar que se convierta en una mentira por omisión cuando ya se avanza en la relación con una persona. Y otra cosa de lo que me aconsejaron estar consciente es de que puede haber rechazo. Esto era, en el fondo, lo que más me atormentaba, y ponerlo en palabras aligeró un poco la carga: es probable que me rechacen y debo aceptar esa realidad, pero también es posible que no me rechacen.
Un tip que he puesto en práctica es, por ejemplo, si conozco a alguien en un bar, le digo mi diagnóstico desde el principio de la conversación. De este modo, si él no quiere involucrarse con alguien con VIH, nos evitamos el cortejo y básicamente no perdemos el tiempo.
“Si no puedes ser tan directo”, me dijeron también mis compañeros, “saca el tema de manera más sutil; por ejemplo, diciendo que acudes a este grupo”. En este caso, es probable que el hombre en cuestión pregunte por qué y de ahí puedo darle una respuesta clara.
Sitios de citas y redes sociales
En el mundo digital es bastante más sencillo. En la aplicación de contactos donde estoy inscrito, mi perfil dice que vivo con VIH, por lo que solo aquellos que estén interesados en mí aun sabiendo eso se pondrán en comunicación.
No bajar la guardia
Y un último consejo muy importante que recibí fue no bajar la guardia si tengo sexo con otra persona que también tenga VIH, pues no por eso podemos dejar de usar condón. Esto porque podría adquirir alguna otra infección de transmisión sexual, o incluso infectarse con una cepa diferente del VIH.
Sé que este es un camino largo que apenas estoy empezando a transitar. Sé que puedo toparme con el rechazo de otros y no los culpo, pues el VIH siempre ha estado cargado de mitos y estigma. Creo que mi actitud debe ser lo más optimista posible y de esta manera sólo me relacionaré con personas que no se basen en los prejuicios y que vean mi verdadero yo.
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