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Ralph Jennings y su hermano gemelo Rik tuvieron una infancia difícil en su natal Ohio, Estados Unidos. Los problemas de adicción y pobreza en su familia de 13 hermanos los llevaron a ser adoptados juntos, y su padre adoptivo buscó inculcarles el amor por correr. Un día, Ralph y Rik descubrirían que las coincidencias en su vida iban a llegar más lejos de lo que podían imaginar.

El carácter de Ralph lo llevó a poner todo su empeño y disciplina en completar su primera carrera, que fue de 16 kilómetros (un importante reto para un niño de 9 años), según lo narró a la revista deportiva Runner’s World. Rik, por otro lado, era rebelde por naturaleza y no le gustaba la rutina, por lo que nunca se involucró en las carreras.

Los giros de la vida

Ralph siguió participando en eventos de este tipo durante toda su adolescencia, hasta que se mudó a la universidad. Ahí cambió el ejercicio por la fiesta durante algunos años, hasta que retomó su pasión al unirse a un grupo de corredores.

Después de unos años en su empleo, le ofrecieron un puesto que lo llevó a Londres. Esta ciudad tiene gran cantidad de parques, en los cuales pensó que podría correr. Sin embargo, la realidad fue muy distinta: demasiado trabajo y mucha fiesta, por lo que las carreras quedaron en el olvido por un tiempo más.

Más tarde, en 2005 (cinco años después de haber llegado al Reino Unido), Ralph se enfermó de algo que, pensó, era una “gripe fuerte”. Nunca le había gustado ir al médico, así que pasó semanas tomando antigripales y bebiendo agua, casi sin comer.

Pero un día, un amigo fue a visitarlo y se sorprendió de lo delgado que estaba: Ralph pesaba apenas 38 kilos, por lo que fue llevado a Urgencias de inmediato. Estuvo internado durante tres semanas, afectado por una neumonía que requirió conectarlo a un respirador artificial.

Cuando recuperó la consciencia, el personal médico le informó que la neumonía era tan agresiva y estaba tan avanzada que era necesario hacerle una prueba de VIH. Ralph recuerda que no tenía sospechas de haber contraído el virus, por lo que accedió, y aunque el resultado fue positivo, lo que más le preocupaba en ese momento era recuperarse “y ser capaz de respirar”.

Una vez que comenzó a mejorar llegó el golpe de realidad del diagnóstico, empezando por el temor al estigma que conlleva la infección. Buscar en internet sólo agudizó su miedo, pero sus médicos le explicaron que el tratamiento y una buena atención hacen que una persona con VIH pueda llevar una vida normal.

Al cabo de un mes, Ralph fue dado de alta del hospital y su hermano fue a visitarlo. Se enteró entonces de que Rik también tenía VIH, pero él había sido diagnosticado desde principios de los años noventa y se lo había ocultado.

Ralph considera que Rik, siendo el más rebelde de los dos, encontraba difícil seguir el tratamiento antirretroviral, por lo que se saltaba algunas dosis o lo tomaba a deshora. Cree que fue ese problema lo que provocó la muerte de Rik en 2007.

Retorno y adiós a una pasión

En 2008, con la inspiración de su familia, Ralph volvió a correr un maratón, esta vez en San Diego, California. Cuando se dio cuenta de que había perdido velocidad, optó por inscribirse en carreras de ultrafondo o ultramaratones, llamados así por su gran longitud.

Le llevó dos intentos completar la carrera Transgrancanaria (en España), de 125 km. En los siguientes años corrió la Hadrian’s Wall (en Reino Unido), de 111 km; el South Coast Challenge (en Reino Unido), de 100 km; el Festival Des Templiers (en Francia), de 100 km, y el Cotswold Way Ultra Challenge (en Reino Unido), de 100 km.

Ya que siempre ha seguido su tratamiento antirretroviral en tiempo y forma, su carga viral ha estado bajo control. No fue el VIH, sino una serie de lesiones lo que, en 2019, logró alejarlo de su pasión por correr. Primero, una fuerte caída en la zona costera cerca de su casa, en el Reino Unido, le provocó fractura de rótula y ruptura del tendón del cuadríceps.

La recuperación le tomaría ocho meses, pero convencido de que podría lograrlo, cerca de cumplirse ese plazo Ralph se inscribió a una nueva carrera, esta vez de 160 km. Sin embargo, a finales de ese mismo año, terminando una carrera sencilla de 10 km, sintió el cuello tenso. Como por impulso se apretó la zona y eso liberó la presión, pero dio paso a un dolor de cabeza que luego se volvió una intensa migraña.

A los quince días se encontraba en el kilómetro 16 de una carrera cuando comenzó a desorientarse y luego percibió un dolor punzante en el ojo derecho. Momentos después perdió la visión en ese ojo.

Los estudios revelaron que aquel apretón en el cuello había cortado la arteria carótida y esto había provocado un derrame cerebral, y después se habían formado varios aneurismas (coágulos de sangre) en su cerebro, uno de los cuales había llegado cerca de su ojo, quitándole la visión.

Ralph tuvo que poner fin a su actividad deportiva, pues los picos de presión sanguínea o de frecuencia cardiaca podían hacer explotar esos aneurismas y causarle la muerte. La depresión casi lo hace tocar fondo cuando luego, durante la pandemia, perdió su empleo.

Fue una vieja pasión la que, una vez más, le salvó la vida: el dibujo. Desempolvó un set de pinceles que le había regalado un amigo hacía años y encontró en esta actividad una nueva motivación, y aunque es muy bueno en lo que hace, ha rechazado pintar por dinero, pues siente que es demasiada presión. ¿El tema de su pintura? Los corredores de carreras ultra a los que admira y, a veces, imágenes de sí mismo en su tiempo de corredor.

Como puedes ver, el VIH no es un obstáculo para cumplir los objetivos que te propongas. Lo importante es detectar el virus y comenzar cuanto antes el tratamiento que te permitirá tener una mejor calidad de vida. Si quieres hacerte una prueba de VIH gratis, acércate a AHF Panamá y conoce nuestros servicios.

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