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En una entrevista reciente, Anthony Fauci, director de los Institutos Nacionales de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, fue cuestionado sobre si se podía comparar el reto de desarrollar una vacuna contra la COVID-19 al de desarrollar una vacuna contra el VIH. Fauci respondió que su confianza en el desarrollo de una vacuna efectiva contra el nuevo coronavirus se basaba principalmente en el hecho de que el cuerpo humano monta una efectiva respuesta inmunológica contra la infección por SARS-CoV-2. Este no es para nada el caso del VIH, explicó, y añadió que son retos “muy, muy diferentes”.

Sin embargo, todavía cabe la pregunta: ¿las tecnologías que conforman las vacunas contra la COVID-19 nos están acercando a una vacuna contra el VIH?

Muchos factores han contribuido a que no se haya podido desarrollar una vacuna contra el VIH. El primero es la enorme diversidad genética del VIH. Para ser exitoso, cualquier inmunógeno debería poder generar múltiples anticuerpos neutralizantes contra muchas cepas del VIH, lo cual, se ha visto hasta ahora, es muy difícil de conseguir.

En segundo lugar, el VIH establece reservorios de virus latente al muy poco tiempo de infectar al organismo, haciendo más complicada la tarea del sistema inmunológico.

Y un tercer reto mayúsculo es que la mayoría de las vacunas funcionan reproduciendo la respuesta inmunológica a un patógeno, pero como el sistema inmunológico no puede erradicar el VIH, no existe un mecanismo a imitar. Y más allá, usar un virus atenuado (como es el principio de muchas vacunas) no sería seguro para las personas.

Pese a estos obstáculos, la tecnología de ARN mensajero (mRNA, por sus siglas en inglés), usada con éxito en algunas vacunas ya disponibles contra el nuevo coronavirus, se ha comenzado a investigar como posible arma contra el VIH, aunque las vacunas contra este virus basadas en este principio aún están en etapas muy tempranas de investigación.

De acuerdo con un artículo publicado en el portal médico Thebody.com, las vacunas basadas en RNA entregado por nanopartículas lípidas utilizan material genético que contiene una o más proteínas antígenas, es decir, sustancias capaces de desatar la respuesta del sistema inmunológico.

Entre las mayores ventajas de estas vacunas se encuentra que: son de manufactura rápida y fácil, las proteínas codificadas no permanecen en el cuerpo humano por mucho tiempo, y el sistema inmunológico es capaz de desarrollar una respuesta aun cuando la cantidad de proteínas antígenas sea pequeña.

Sobre esta tecnología, la doctora Kristie Bloom, investigadora de la Universidad de Witwatersrand, en Sudáfrica, afirmó que los recientes logros clínicos de las vacunas contra el SARS-CoV-1 “resaltan el potencial de esta tecnología” que podría ser considerada tanto para tratar como para prevenir el VIH. Sin embargo, reconoció que es necesario esperar a los primeros ensayos de dicha estrategia en humanos.

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