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Luego de un 2020 tan intenso como el que hemos vivido, muchas personas guardan la esperanza de que el mundo resurja como algo totalmente nuevo después de la crisis. Y uno de los ámbitos en los que este mundo podría cambiar es en la percepción sobre la sexualidad.

Aunque el tema parece haberse abierto gracias a las comunicaciones por Internet, aún falta mucho por mejorar. No toda la información que se encuentra en la red es confiable, ni está elaborada con la idea, por ejemplo, de respetar los derechos de todas las personas.

Promoción de la salud sexual

Por esto, desde hace veinte años, la Organización Panamericana de la Salud y la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS, por sus siglas en inglés) publicaron el documento Promoción de la salud sexual: recomendaciones para la acción, con el que se buscó promover un mejor enfoque, más integral, sobre los problemas que rodean a la sexualidad.

Dos décadas después, muchos de los puntos ahí señalados siguen pendientes de cumplirse, y no está de más retomarlos ahora que sentimos que podemos cambiar el mundo.

Una sociedad sexualmente sana

Así, una sociedad sexualmente sana debería tener al menos estas características:

1. Compromiso político: que los gobiernos reconozcan que la salud sexual es un derecho fundamental de la persona, y se hagan responsables de promoverla.

2. Políticas explícitas: que las entidades gubernamentales formulen y pongan en práctica políticas públicas que contengan instrucciones claras y precisas sobre cómo proteger y promover la salud sexual como un derecho humano fundamental.

3. Legislación: que haya leyes que protejan los derechos sexuales, por ejemplo, prohibir la explotación sexual infantil, prohibir la discriminación por orientación sexual, prohibir el matrimonio forzado.

4. Buena educación: que se garantice el acceso a una educación sexual integral, acorde con la edad de la persona, en todas las etapas de la vida.

5. Infraestructura suficiente: que haya suficientes especialistas para problemáticas relacionadas con la sexualidad (y capacitar a quienes sea necesario), además de contar con los espacios para que trabajen estos profesionales.

6. Investigación: que se apoyen las investigaciones enfocadas en inquietudes sexuales, ya sean clínicas, educativas o de salud pública.

7. Vigilancia adecuada: que se supervisen los indicadores que miden las inquietudes y los problemas de salud sexual de las personas.

8. Cultura: que se fomente una cultura de apertura hacia la salud sexual, por ejemplo, que se puedan dar abiertamente los mensajes sobre salud sexual y que la información disponible en los medios de comunicación sea de buena calidad (científica, clara).

Es tiempo de pensar qué podemos hacer para que estos deseos se vuelvan realidad.

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